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A la mañana siguiente, Bianca despertó con la tranquilidad de haber dormido lo suficiente. Se levantó, despertó a los niños y, mientras se dirigía al baño para ducharse, el teléfono sonó. Era Julia, la niñera, que con una tos ahogada le informaba que no podría ir.

—Lo siento mucho, Bianca —dijo Julia, su voz sonaba afectada—. No creo que pueda cuidar de los niños hoy. Estoy un poco enferma.

Bianca se preocupó de inmediato.

—¿Cómo te sientes, Julia? ¿Estás muy mal?

—Pues sí, me siento un poco cansada, me duele la cabeza y tengo algo de fiebre. Lo siento mucho, sé que te pongo en un aprieto —dijo Julia con voz apenada.

—No te preocupes por eso. Lo primero es tu recuperación. Si necesitas algo, por favor, llámame —respondió Bianca, sintiendo un nudo en el estómago por el imprevisto—. Espero que te mejores pronto.

—Gracias, Bianca. Me recuperaré muy pronto. Me he estado esforzando mucho con la universidad, por eso estoy un poco débil. Me tomaré algunos días si es necesario.

La l
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