Una hora antes...
Sacó su teléfono y, con manos firmes, marcó el número de la policía.
—Necesito que envíen una patrulla y una ambulancia a la calle... Creo que hay un secuestro en un almacén abandonado.
Dio su nombre y colgó. Solo entonces se bajó del auto. Abrió el compartimento del auto y sacó su arma de defensa personal. Su mente estaba clara. La puerta del almacén estaba entreabierta. Una voz grave y un grito amortiguado se filtraron. Era ella.
La puerta se abrió de golpe bajo su empujón. El aire rancio del interior, cargado de polvo y humedad, lo golpeó en el rostro. Su mirada se fijó de inmediato en dos figuras corpulentas que se cernían sobre Bianca, tendida en el suelo. Un miedo frío y paralizante lo atravesó.
—¡Aléjense de ella! —gritó, su voz era un trueno de pura ira.
Los hombres se voltearon, sorprendidos. Uno de ellos soltó una risa burlona.
—Vaya, vaya. Miren a quién tenemos aquí. El novio de la señorita —dijo, la burla en su voz era palpable.
Eric no respondió. No iba