Después de haber solicitado ese taxi y de haber estado dentro del mismo durante un tiempo, Bianca finalmente le pidió al señor que la dejara por allí. El hombre obedeció. Ella se bajó del auto, no sin antes haber pagado, y se quedó mirando su teléfono, esperando una respuesta de parte de Eric. Aunque en su interior se convencía de que no le importaría, una parte de ella deseaba ver el pitido de un nuevo mensaje.
En medio de toda esa distracción, la mujer, inevitablemente, chocó con alguien más. Fue un impacto contra un pecho fornido y duro que la hizo tambalear.
—¿Se encuentra bien? —preguntó una voz masculina, grave y preocupada.
Cuando sus ojos se encontraron con el sujeto, Bianca descubrió, con un poco de sorpresa y asombro, que era el amigo de Eric. Sí, era Isaac. Aquel hombre alto de ojos grisáceos y cuerpo fuerte la reconoció también de inmediato. Sus ojos se abrieron ligeramente y rápidamente la señaló.
—¡No me digas que eres Bianca! Por supuesto que eres Bianca. Luces un poco