El silencio en la cafetería se había vuelto casi palpable. La revelación de Isaac sobre la intervención de Eric había dejado a Bianca sin palabras, procesando una avalancha de emociones. Isaac, notando su estado, se inclinó ligeramente.
—¿Te llevo a casa, Bianca? No es molestia.
Bianca dudó por un instante. La idea de más tiempo a solas con Isaac, con todo lo que acababa de descubrir, le resultaba extraña. Pero el cansancio la invadía y la perspectiva de un taxi la agotaba. Finalmente, asintió con una leve inclinación de cabeza.
El trayecto en el coche de Isaac transcurrió en una incomodidad tácita. Bianca miraba por la ventana, las luces de la ciudad desdibujándose en su visión, mientras su mente repasaba una y otra vez las palabras de Isaac. La imagen de Eric, el hombre al que había jurado borrar de su vida, se transformaba.
No era el villano que había construido en su mente, sino alguien capaz de un acto de lealtad y sacrificio desinteresado. La culpa por haber dudado de él, por h