Bianca se despertó con un cosquilleo de nervios y emoción. Esta mañana era diferente. Por primera vez, iría a Pretty de forma presencial. La casa de moda, conocida por su vanguardia y elegancia, sería ahora su segundo hogar.
Había pasado la noche anterior revisando sus bocetos, eligiendo el atuendo perfecto —un traje sastre de lino color crema, con un top de seda azul vibrante que rompía la seriedad— y preparando mentalmente su discurso para presentarse.
Después de dejar a los niños con Julia, quien había llegado puntual y sonriente, Bianca se dirigió al distrito de la moda en un taxi. A medida que el vehículo se acercaba, su corazón latía con más fuerza.
El edificio de Pretty era imponente, de arquitectura clásica y moderna con enormes ventanales que reflejaban el cielo azul. Al cruzar las puertas giratorias, un vestíbulo luminoso y espacioso la recibió, con maniquíes impecablemente vestidos y obras de arte abstractas adornando las paredes.
Se identificó en la recepción y una asis