Bianca sacudió la cabeza, un suspiro escapando de sus labios.
—¡Ya basta! —se dijo a sí misma en voz alta, aunque solo los muebles de la cocina la escucharan.
Había perdido la cuenta de las veces que se había repetido que el divorcio de Eric y “esa mujer” no era asunto suyo. En serio, ¿por qué su mente seguía clavada en algo que no le concernía en lo más mínimo? Era una tontería. Con un gesto de resolución, tomó su teléfono y sin dudarlo, borró aquella grabación que había conservado. ¿Para qué? No haría nada con eso, y de verdad, no era su problema.
La realidad era que sus propios asuntos ya le exigían atención. Pronto, muy pronto, tendría que comenzar a trabajar de forma presencial en la compañía que la había contratado. Eso significaba una cosa: los niños. ¿Quién los cuidaría mientras ella estuviera en la oficina? La idea de una niñera comenzó a tomar forma en su cabeza, una necesidad inminente para estar preparada.
Justo en ese instante, una vocecita interrumpió sus cavilaciones.