Ania los observó, sin palabras, totalmente cautivada, sintiendo el nudo formarse en su garganta.
— ¿Sabe? Le dije a mi mamá que quería celebrar conociendo la ciudad y quería invitarlo para agradecerle por haberme salvado… — Explicó Elián, apenas se soltaron del abrazo. — Pero mi mami dijo que quizás no podrías ir porque eres un hombre muy ocupado…
— No… ¿Cómo crees? ¡No me lo perdería por nada!
— ¡Sí! — Elián dio otro pequeño brinquito. — ¿¡Escuchaste eso, mamá!? ¡¿Escuchaste?! ¡El señor Liam dijo que si podría ir!
— Sí, cariño… — Ania le sonrió desde la distancia, acomodando el florero. — Qué bueno…
Cómo sucedía cada día, pasaron varias horas en las que Liam compartió juegos y sonrisas con Elián, pero esta vez, Ania se quedó, para que su hijo no pensara mal.
Ella no interactuó mucho, pero los observó atentamente y no pudo evitar sonreír con las ocurrencias de ese par, e intercalo algunas palabras entre chistes.
Hasta que Liam se fue y la habitación pareció haberse vuelto má