— Felicidades, Elián, estás mucho mejor… — Anunció El médico y la cara del pequeño se iluminó. — Si sigues así, en pocos días te podrás ir con tu mamá a casa…
— ¡¿De verdad?! — Elián casi saltó de la camilla. — ¿Escuchaste eso, mamá?
— Sí, hijo… — Sonrió Ania, sintiendo como los ojos se le llenaban de lágrimas de absoluta felicidad. — Muchas gracias, doctor, muchas gracias por todo, ha sido usted nuestro salvador…
— Tranquila, yo solo hice mi trabajo… — Asintió el doctor, sonriente. — Debería agradecerle al donante, él le salvó la vida a su hijo…
— Oh, sí, mamá, ¡El señor, Liam! — Voceo Elián, emocionado. — Espera a que se entere, se pondrá muy contento, ya quiero contarle…
— Claro, hijo… — Asintió Ania, suspirando, su expresión se tornó sería apenas escuchó el nombre de Liam, y Elián notó el cambio brusco en la expresión en su madre.
— Bueno, ya los dejo, en unos días repetimos los exámenes y si todo está bien, les doy el alta… — El doctor se dio la media vuelta y se marchó.