— Sí, tenemos un hijo… Un hijo que casi pierdo y del que no te importó mi dolor, un hijo que tuve que esconder y con el que tuve que escapar para salvarlo… Y para salvarme de las garras y del odio de su padre… Todo gracias a ti… — Murmuró Ania con rabia.
— Sabes muy bien que yo jamás le habría hecho nada a Elián y no tiene ni idea de cuanto me dolió, cuánto sufrí yo también y lo que todavía me duele haber pedido a nuestro otro hijo… — Alegó Liam, acercando su rostro al de ella, con el entrecejo arrugado.
— Pues si tan solo me hubieras creído, si me hubieras apoyado o si por lo menos, no me hubieras amenazado, nada de eso habría pasado, Liam… — Replicó Ania, levantando la barbilla, ambos se quedaron viendo de frente, a escasos centímetros del otro, manteniéndose la mirada.
— ¡Lo sé! — Gruñó Liam, para luego soltarla y darse la vuelta, al tiempo que se mesaba los cabellos, frustrado. — ¡Con un carajo, lo sé! ¡Pero yo no tenía ni idea, Ania! En ese momento, tenía este montón de prueba