Nos separamos después del beso. Alexander se mostraba verdaderamente sorprendido, gratamente sorprendido. Era hermoso tener a su esposa ahí con él, cuando se suponía que llegaría tres días más tarde.
—Me encanta que hayas adelantado el viaje —me abrazó con gran ternura—. Debes de venir muy cansada, ven, vamos a que comas algo. Debió ser un viaje agotador —me tomó de la mano. Algo en su rostro me hizo pensar que acababa de tener una idea.
—¿Está Margaret aquí? Mi padre me acaba de decir que vio a Lane —íbamos caminando hacia su habitación. La noticia me cayó pesada, pero también sentí una ligera tranquilidad.
—¿Las dos? —pregunté con curiosidad y cierto alivio al tener a Alexander a mi lado—. Sabes, me llegó ese mensaje —saqué el celular y le mostré los mensajes que había recibido y leído—. Perdón… vine con mucha desconfianza. Yo te amo y no hubiera soportado... —me quedé callada. Sentí vergüenza por desconfiar de él. El color comenzó a subirme por el rostro pálido.
—Entiendo. Aún no c