Llegó el día del viaje.
El chofer llevó a Anne al aeropuerto; Evan ya se encontraba ahí, con su maleta de viaje y una ilusión enorme de viajar con su hermana.
Anne, como siempre, llegó elegante. Llevaba el cabello lacio recogido en una coleta, vestida de forma casual, con su portafolio para laptop y una maleta pequeña que contenía la ropa para las reuniones.
—Buenos días, Evan. No será necesario documentar —dijo sin mucho énfasis—. Ven conmigo, iremos al hangar privado. Tomaremos el jet de la empresa.
—¿Un jet? —preguntó Evan, sorprendido.
—Sí, pudimos adquirir uno nuevo. El anterior lo vendió mi abuelo, y con ese presupuesto compramos algo más elegante y sobrio —agregó, mientras caminaban hacia la zona de hangares privados.
Evan la seguía atento. Aunque gracias a su madre y a su abuela Marie nunca había pasado carencias, era la primera vez que volaría en un avión privado.
—Sí, jefa… ¿Estaremos toda la semana? —preguntó, intentando sonar casual. Tenía la esperanza de que durante el vi