Yo seguía tomando una copa de vino tras otra. Mi hermano, quien me miraba fijamente, parecía resignado a ser mi cuidador oficial esa noche. Sentía que todo se me movía.
—¿Sabes algo, Pat? Yo lo amaba. Y creo que lo sigo amando. Pero nunca, nunca lo voy a perdonar. Y ahora quiere un hijo. Si cree que voy a darle un hijo, está loco —decía yo, mientras tomaba otro gran sorbo—. Primero dejo que me quiten la empresa.
—Creo que debes dejar de tomar. Deberíamos irnos a casa. Mañana te vas a arrepentir de tanto alcohol —su voz sonaba lejana y algo lenta. ¿O era mi pensamiento el que iba lento? No lo sabía.
—Déjame disfrutar mi copa de vino. Hacía mucho tiempo que tú y yo no convivíamos —puse mi mano en su hombro—. Eres mi hermano favorito —me recargué en él para llorar—. No recordaba a Peter, mi hermanito menor… —sollozaba—. Te quiero mucho, Pat. Por favor, no te vayas tanto tiempo otra vez. Quédate a vivir en la casa. La gran rata ya no vive ahí… Ya es nuestro hogar —sonreí entre lágrim