recuerdos y ella regreso.
Pegado a mí, intentó tomar mi mano. Por supuesto, no se lo permití. Me alejé y caminé unos pasos más atrás, manteniéndome a distancia. Miré a mi alrededor: el hotel no había cambiado en nada durante los últimos cuatro años. Todo seguía igual. Cada rincón evocaba recuerdos... desde las visitas al spa, las partidas de tenis, los días en la alberca privada. Pero sobre todo, los momentos con él.
Sacudí ligeramente la cabeza, queriendo alejar esos pensamientos.
—¡Anne, ven, es por acá! —la voz de Alexander me trajo de vuelta a la realidad—. Este es el nuevo restaurante. Es de especialidades italianas. Pensamos hacer un buffet, por eso pedí que vinieras. Prepararon una degustación con cinco entradas, cinco platillos fuertes y cinco postres, para que los apruebes. Si alguno no te gusta, podemos cambiarlo. Serán los que se sirvan en la boda —su voz jovial me incomodaba.
—Los que tú hubieras elegido estaban bien —dije con calma, mientras tomaba asiento en el restaurante. Al observar el lugar,