Dolorosa verdad.
En la penumbra elegante del salón privado del hotel Miramar, Eleanor Lewis Benson esperaba sentada con una copa de brandy entre los dedos. La luz tenue acentuaba las arrugas bien disimuladas por los años y el bisturí. Su mirada era fría, afilada como siempre. El abogado entró puntual, como era su costumbre. Cerró la puerta tras de sí y dejó una carpeta de cuero sobre la mesa.
—Ya está hecho, señora Eleanor —informó con voz neutra—. Entregué personalmente la notificación a Jonah Lewis Benson Jr. Esta semana comenzarán las gestiones para la exhumación del cuerpo. La jueza aprobó la solicitud sin mayores objeciones.
Eleanor sonrió con una satisfacción helada. Dio un sorbo al brandy y asintió lentamente.
—Perfecto. Tal como lo planeamos.
—Señora, con todo respeto… este tipo de acciones tiene riesgos. Si Jonah consigue muestras por su cuenta y los resultados no coinciden con los de nuestro laboratorio…
—No lo hará —interrumpió Eleanor sin inmutarse—. Jonah siempre fue un sentimental. Cree