Llegué a casa con una inquietud extraña. El encuentro con ese chico había sido... diferente. Algo en él me había dejado con una sensación difícil de explicar.
En el comedor me esperaba Alexander, mi esposo. Su rostro lucía tenso, serio, con ese gesto adusto que solo mostraba cuando algo grave sucedía. Intuí que algo no andaba bien en una de sus empresas.
Me acerqué a él y le di un beso suave en los labios.
—Buenas tardes, Alex —lo saludé con una sonrisa—. Llegué un poco tarde, te pido disculpas. Hoy elegimos al nuevo asistente. Es un chico llamado Evan Farris. ¿Qué sucede? ¿Pasó algo?
—Hola, Annie. Buenas tardes —respondió con tono tranquilo, aunque no ocultaba el peso de sus pensamientos. Se llevó una mano al puente de la nariz—. Problemas con la construcción del resort en la Costa Azul. Hubo un accidente. El abuelo quería que fuera personalmente, pero me negué. No quiero dejarte sola. Discutimos. Mi padre se ofreció a encargarse, pero aun así la discusión con el abuelo fue fuerte.
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