Regresar a mi habitación después del encuentro con la vieja fue como entrar en un sueño extraño. Mi mente, que hasta hace un momento solo contenía el plan de escape y la promesa de Haldor, ahora estaba llena de una antigua profecía, de un dibujo que me reflejaba y de la idea de un guerrero unificador. La posibilidad de que mi presencia aquí fuera más que un simple capricho de la guerra me inquietaba. ¿Destino o coincidencia? No tenía tiempo para desentrañarlo. Lo único que importaba era que, con o sin profecías, mi propósito era uno: salir de este lugar.
La nueva mañana trajo consigo una sensación de urgencia aún mayor. El aire mismo del "palacio" parecía vibrar con una expectativa inminente. Mis sentidos, agudizados por el miedo y la determinación, percibían un cambio. La vigilancia sobre mí era, si cabe, aún más estricta. Los guardias pasaban por mi puerta con mayor frecuencia, sus miradas más atentas. Ya no se me permitía deambular libremente, ni siquiera para las tareas más básica