Hacer como que eran traidoras para salvar al reino era muy duro. Lysandra sentía el peso de esa mentira todo el tiempo. La Regente Freyja las miraba mal y se burlaba. Tenían que hablar mal de Christina para convencer a todos.
Estaban en los cuartos viejos del palacio. Olían a papel viejo y a tristeza. A Freyja no le importaba si estaban cómodas, solo quería vigilarlas.
El hombre que las vigilaba era el Maestre Silas, un hombre muy callado con ojos pequeños. Él era el nuevo ayudante de la regente y buscaba mentiras con mucha paciencia.
—La Regente cree que apoyar a la Princesa Christina fue un error, no una traición de corazón—dijo Silas. Su voz era tranquila—. Deben demostrar que nos sirven.
La tarea que les dio no fue pelear. Fue solo mirar y esperar.
—Van a vigilar el Pasillo de Comida y Cosas del Ala Norte. Por ahí pasan muchos sirvientes. Queremos que anoten si algún cocinero o jardinero hace algo diferente a su rutina—dijo Silas.
—¿Vigilar sirvientes?—preguntó Seraphina con mucho