Desde que Tiago apareció en su vida, Jimena sentía que todo había cambiado.
Su mente, antes un espacio ordenado de cifras, contratos y estrategias de negocios, se había convertido en un campo de batalla donde pensamientos incontrolables peleaban por su atención. Ya no podía caminar por los pasillos de la empresa sin sentir cómo su piel recordaba la caricia suave de sus dedos, el roce de sus labios en su cuello, el calor abrumador de su cuerpo tan cerca del suyo.
Cerró los ojos por un momento mientras se apoyaba contra el marco de la puerta de su oficina. Un escalofrío le recorrió la espalda. Bastaba una chispa de memoria para que ese fuego volviera a encenderse.
El instante exacto en que él la había tocado, ese segundo en el que el mundo entero desapareció... solo existía el calor de su aliento, la firmeza de sus manos, la fuerza de su deseo mezclado con el suyo.
—¿Cómo llegué a esto? —murmuró en voz baja, como si pronunciando la pregunta encontrara respuestas. Como si no se reconocie