El lobby del hotel era moderno, iluminado con luces cálidas que reflejaban sobre las superficies doradas y mármol oscuro. Catalina se acercó al mostrador con su habitual elegancia, la columna recta y el rostro imperturbable, mientras Tiago se mantuvo unos pasos detrás de ella, con una media sonrisa dibujada en los labios.
—Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Jimena Dávila —dijo con voz firme—. Quiero reservar otra.
La recepcionista tecleó rápidamente en la computadora.
—Sí, señorita, su habitación está lista. Pero lamento informarle que el hotel está completamente lleno esta noche.
Jimena frunció el ceño.
—Debe haber una. Necesito otra habitación.
—Lo siento… tuvimos una convención de último momento. No queda ninguna libre. Solo está la habitación ejecutiva que ya tiene reservada.
El silencio se hizo denso entre ellos. Jimena respiró hondo, tratando de no dejar salir su molestia.
—¿Y hoteles cercanos?
—Están todos al máximo por el mismo evento. Esta zona está completamente o