Capitulo 10

Pasó otra noche, donde Jimena solo esperaba que amaneciera, para llegar a la empresa y por supuesto, ver a ese hombre que la descontrolaba, aunque lo negará.

La mañana comenzó como cualquier otra: con el sonido lejano del tráfico matutino, los tacones resonando por los pasillos de la empresa, los ascensores subiendo y bajando como el ritmo constante de un corazón corporativo, los correos acumulándose uno tras otro… y una ausencia.

Jimena Dávila estaba sentada en su despacho, la taza de café a medio terminar, el ordenador encendido frente a ella y una molestia sutil, casi imperceptible, creciendo dentro del pecho.

Tiago no había llegado.

Eran las 9:12 a.m., y aunque él no tenía una hora fija de entrada, solía estar allí antes que todos. Siempre impecable, seguro y con ese andar relajado y esos ojos que, sin tocarla, lograban removerle algo que ella creía haber sepultado.

Esa mañana, su ausencia era como un hueco en el aire. Invisible. Pero tan presente.

Jimena intentó concentrarse en e
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