RONAN
—La frontera sur sigue siendo nuestra prioridad —dije en voz alta, proyectando mi autoridad—. Quiero que las patrullas se dupliquen al caer la noche. Nadie entra ni sale sin autorización. Si alguien intenta forzar su paso, actúen en consecuencia.
Asintieron en sincronía, sin cuestionar. Mis órdenes eran ley, y ellos lo sabían bien.
—Y sobre los rumores de un posible levantamiento en el quinto reino… —hice una pausa, recorriendo sus miradas expectantes—. Quiero que intensifiquen la vigilancia. Nadie baja la guardia. Cualquier anomalía, por mínima que sea, quiero saberla. ¿Está claro?
Un rugido de asentimiento llenó la sala, y con un gesto de mi mano, los liberé. Ellos se dispersaron en silencio, con la disciplina de soldados bien entrenados.
Me dejé caer en la silla, el cuero crujió bajo mi peso, y cerré los ojos por un instante, buscando algo de calma. Sin embargo, la paz no duró mucho. El aroma floral de Livia inundó la habitación antes de que sus nudillos tocaran la puerta.
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