CAPÍTULO 40
ASTRID

El día era perfecto.

El sol brillaba alto, el aire olía a tierra mojada y flores silvestres, y el río corría cantando su canción de siempre entre las piedras. Caminaba a un paso tranquilo, siguiendo a Eunice, que corría adelante riéndose mientras Akmar trotaba detrás de ella, su melena dorada ondeando como una bandera.

Lucian no pudo venir hoy. Tenía un entrenamiento especial con Rambo. A veces me costaba creer cuánto había crecido ese niño en tan poco tiempo.

Suspiré, acomodándome la bufanda alrededor del cuello, disfrutando del calorcito que aún resistía en la tarde.

—¡Astrid! —gritó Eunice desde más adelante—. ¡Mira lo que Akmar puede hacer!

La vi detenerse junto al león, que obedecía cada orden que ella le daba, rodando por el suelo o sentándose en posición de guardia. Sonreí. Esa niña tenía un don especial para conectar con las bestias.

—¡Muy bien, Akmar! —le grité entre aplausos.

—¡¿No es el mejor león del mundo?! —presumió Eunice, echándose hacia atrás para abrazar el cue
Merfevi

¡¡¡¿QUEEEEEEEE?!!!!!

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