CAPÍTULO 23

ASTRID

La casa real estaba sumida en un silencio profundo.

Mis pasos eran cuidadosos, casi fantasmales.

Mi cuerpo aún temblaba. No de frío. No del roce de Magnus en mi piel. Sino del asco. La marca en mi labio ardía. Su beso… su maldito beso... había sido como una bofetada del pasado que creía enterrado.

Avancé por el pasillo oscuro, agradeciendo que todos ya estuvieran dormidos. No tenía fuerzas para hablar. Ni para fingir. Solo quería una ducha caliente y la cama.

Al entrar a mi habitación, cerré la puerta con suavidad y me quedé unos segundos de espaldas, apoyada contra la madera.

Me quité la chaqueta. Después la blusa, dejándola caer al suelo. Me quedé solo en ropa interior, con el reflejo de mi cuerpo mirándome desde el espejo.

Fue entonces que la lámpara se encendió.

La luz me cegó un segundo, y al girar la cabeza, ahí estaba él.

Ronan.

Sentado en el sillón junto a la ventana, con los codos sobre las rodillas y la mirada oscura, como un lobo esperando en la penumbra.

—¿Dónde e
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