EUNICE
El dolor me despertó.
Una punzada en el hombro, ardiente y constante, como si una llama se hubiera incrustado bajo mi piel. Parpadeé con dificultad y lo primero que vi fue su rostro.
Leif.
Estaba justo encima de mí, su frente perlada de sudor, sus ojos fijos en los míos como si temiera perderme de vista un segundo más.
—Eunice… estás despierta —susurró, aliviado—. Tenemos que movernos. Ahora.
Intenté incorporarme, un quejido escapó de mis labios. Akmar estaba junto a mí, su cabeza sobre mis piernas, también herido. Me volví hacia el horizonte… y lo vi.
Aquella cosa.
Una criatura grotesca y descomunal, un lobo de proporciones imposibles, con ojos que brillaban como brasas ardientes y un rugido que hacía vibrar la tierra misma. Su pelaje era como una sombra viva, un abismo de oscuridad.
—¿Qué… qué es eso? —murmuré, entre el terror y la incredulidad.
Leif tragó saliva. Su mirada se mantuvo en la bestia.
—Es Lucian… o lo que queda de él. Astrid mató a Naia, pero su espíritu… su alm