RONAN
El choque de dientes, garras y acero llenaba el aire. Todo era un grito, un golpe, una vibración de dolor y resistencia. Yo peleaba como lo hacía en los viejos tiempos: con el alma encendida y el cuerpo endurecido por las pérdidas.
El caos reinaba, pero yo tenía un objetivo. Lo vi. Lucian. Lo vi deslizándose entre las sombras, saliendo del campo de batalla como un fantasma.
No podía dejarlo ir.
Gruñí, dándole una estocada final a un beta que intentó bloquear mi paso. Otro vino por detrás, y giré para derribarlo de un zarpazo.
Mi respiración se volvió humo, vapor de guerra, y me transformé. Sentí mis huesos alargarse, mis músculos estallar y mi piel volverse pelaje. Era mi lobo: fuerte, veloz, sabio.
Iba a ir por Lucian.
Iba a enfrentar a mi hijo.
Pero antes de que pudiera impulsarme hacia el bosque, alguien saltó sobre mi lomo. Giré la cabeza, mis sentidos tensos… y la vi. Astrid.
—¡Síguelo! —gritó con firmeza, aferrándose a mi cuello—. ¡Vamos tras él!
Mi corazón rugió. Las pa