RONAN
La sostuve entre mis brazos mientras las lágrimas empapaban su rostro. Astrid temblaba, rota, con la mirada clavada en un punto invisible, como si todavía viera el eco del dolor, como si los gritos de su alma aún resonaran en las paredes del bosque.
—Voy a vengarlo, Astrid —le susurré con la voz rasgada, sintiendo la furia y la tristeza arder en mis venas como fuego líquido—. Voy a hacer que Magnus pague por cada gota de sangre… por nuestro hijo.
Sus ojos se cerraron con fuerza, y un sollozo la dobló por la mitad. Apreté mi abrazo, deseando ser suficiente para sostenerla en ese abismo que la había devorado.
—No pude... —susurró con la voz apenas audible—. No pude protegerlo, Ronan. ¡Era mi hijo! Y Elliot… Elliot murió por nada…
—No digas eso. No fue en vano —tomé su rostro entre mis manos y la obligué a mirarme—. Él te quitó la maldición… te dio a nuestro hijo. Y tú ya no eres infértil. Vamos a honrarlo, Astrid. Pero ahora necesitas descansar. Mañana, Magnus morirá. Lo juro.
Ell