AMBER
Desde siempre he tenido la sensación de pertenecerle a alguien.
Sabía que ya fuese un Duende, una criatura especial o lo que fuera, esa persona esperaba por mí, la otra mitad de mi alma.
Cuando cumplí los 16 años, papá me sentó y aclaró todas mis dudas, incluyendo quién era ese hombre misterioso, el Beta que siempre viajaba fuera del palacio y nadie nunca me hablaba de él, aunque pregunté demasiadas veces.
Mis primeras fantasías sexuales fueron con ese hombre desconocido, con ese nombre entre mis labios y sin verlo claramente, sabía que el toque de mi mate haría hervir mi sangre de placer, sin embargo, mis pensamientos se quedaron muy cortos con la realidad.
Tener a este poderoso y enorme pelinegro sobre mi cuerpo, besándome, abrazándome y tocándome de esa manera tan cruda, tan apasionante, ponía a prueba mi autocontrol una y otra vez.
Temía herirlo con mis llamas que morían por salir debido a la excitación en mi cuerpo y por el reto constante de la maldición.
Quien piense que d