Cedrick
— ¿Te aseguraste de que las lobas liberadas no supieran nada de nosotros? - le pregunté a mi Beta mientras caminábamos por las calles de mi manada.
— Todo se hizo, según ordenó, Alfa
— Esa pequeña, la que estaba malherida, ¿sobrevivió? – de repente esos ojos, como miel derretida, aparecieron en mi memoria por alguna razón.
— Sí, le di a escoger y decidió quedarse en el área de lavandería como esclava – me respondió y justo estábamos pasando cerca de ese sitio remoto y lejos del centro próspero de la manada.
— Ya que estamos aquí, hagamos inspección— por alguna razón absurda me desvié y entré a este sitio lleno de mujeres que casi nunca había pisado.
Mi segundo solo me seguía, mientras todas bajaban la cabeza a mi paso.
Eso les exigía, total obediencia y control de sus vidas, para eso era el Alfa.
Por supuesto, el olor a lujuria y deseo me bombardeó por todos lados, odiaba estar rodeado de lobas.
Tantos olores mezclados solo me irritaban y ni hablar de mi lobo, Eamon, aborrecí