Vladislav se inclinó hacia adelante, sus ojos estaban más oscuros, más penetrantes, observaban cada uno de sus movimientos.
—No se trata de ser una niña, Adara. Se trata de tu naturaleza recién despertada. Tu loba está ahí, dentro de ti, esperando el momento adecuado para salir. Y te aseguro que no sabes lo que eso implica —recalcó—. Y volviendo a lo que acabas de advertir, lo había olvidado. Había olvidado que la lobita recién descubierta es una muñeca de la gran manzana, de hollywood, supongo que te hace falta el labial, el pintalabios, el rizador de cabello y esas pendejadas, además que debe ser mucha humillación para su reputación usar algo de alguna de las hembras de la manada.
Adara que desconocía del todo el lugar donde estaba metida, quedó con una expresión interrogante en su rostro.
—¿Manada?
Vladislav la miró un instante y luego suspiró. Recordó que Adara no sabía de él más que lo que él le hizo saber, y solo sobre su vida de empresario intachable. Cerró la puerta detrás de