Después del encuentro con Irina, Adara se mantuvo encerrada en la habitación. Se dedicó a revisar los correos de trabajo. Habló con su secretaria por teléfono, y luego se desconectó por completo para evitar recibir llamadas de Ionela. No se sentía preparada para darle explicaciones de algo que sabía su amiga jamás entendería, y que era evidente ella no aceptaba.
La noche cayó y estaba extrañamente tranquila, el tipo de calma que precede a lo inevitable, como si el aire mismo se contuviera, esperando algo que estaba por suceder. De pronto sintió la presencia de Vladislav, hacía dos horas que no sabía de él, y el instinto de pronto le advirtió de su presencia, lo sintió cerca.
—Adara —La voz de Vladislav, pese a la advertencia de su instinto, la sorprendió—. Ahora en la noche no podremos acompañarte a tu departamento. Duerme y apenas podamos te estaré avisando para que te prepares.
—¿Por qué no? ¿Qué tienen que hacer en la noche que no pueden llevarme? —inquirió curiosa.
—Tenemos alg