El aire detonó en un estallido seco, como si un cristal invisible hubiese sido golpeado desde adentro. La habitación se sacudió con una vibración tan intensa que los cuadros en las paredes cayeron al suelo, y las lámparas tintinearon con un sonido empapado de electricidad.
Adara retrocedió hasta chocar con la pared, sus manos se aferraron a los costados de su cabeza mientras gritaba con una voz que no parecía humana. El rugido que escapó de su garganta desgarró la atmósfera, y el viento se arremolinó alrededor de ella como si respondiera a un llamado oscuro.
Ionela cayó al suelo como un muñeco sin cuerdas. Blade corrió hacia ella de inmediato, sosteniéndola entre sus brazos.
—¡IONELA! —su voz tronó, quebrándose de desesperación.
Pero Eryndor no se movió hacia Ionela; sus ojos estaban fijos en Adara, horrorizados.
—No… no puede ser —susurró—. La bruja ha forzado la conexión. Está dentro. Está poseyendo sus recuerdos, sus emociones… su voluntad.
Vladislav sintió que la sangre se le hel