Adara permaneció sentada frente a su escritorio por un largo rato, mirando el teléfono apagado sobre la superficie, mientras la pesada sensación de desconfianza parecía crecer en su pecho. No podía quitarse las palabras de Vukovic de la cabeza, ni la sensación de que algo mucho más oscuro y complicado de lo que imaginaba estaba sucediendo justo frente a ella.
Afuera, las luces de la ciudad comenzaban a brillar, mientras el silencio de la oficina parecía envolverla en una burbuja de aislamiento. Sin embargo, su mente seguía dando vueltas, el eco de las palabras de Christian, las fotos de Vladislav con la hija del Ministro, las advertencias de Zane Vukovic… todo se entrelazaba y la estaba ahogando.
«¿Qué debo hacer?»
El sonido de pasos firmes la sacó de su trance. Levantó la vista, y allí estaba Vladislav, entrando en su despacho con esa presencia que siempre la había cautivado. Sus ojos, se veían profundos y llenos de incertidumbre, se posaron en ella como si quisiera leer sus pensamie