El aire cargado de magia y tensión parecía volverse más espeso a cada segundo. Kam, el líder de la manada Luna Roja, se mantuvo inmóvil sintiendo una extraña mezcla de furia y confusión reflejada en sus ojos. Veía conveniente que la mentira hecha verdad que tanto ellos se habían ocupado en mantener y que había permanecido tal cual como a la manada Luna roja le convenía, comenzara a filtrarse entre las sombras, y con cada palabra de Eryndor, la firmeza de su postura se debilitaba.
Necesitaba crear en la única persona que le interesaba en ese momento, Adara, viera a Drakos y su gente como los enemigos, pero el elfo usando ese campo energético que siempre protegió a Adara de todos, no le dejaba actuar.
«Maldito engendro», pensó Kam refiriéndose al elfo, «No voy a dejar que sigas interponiéndose en nuestros planes. La manada Luna Roja debe tomar el control de las tierras tierras Văduva Arcană», pensó respirando odio.
Vladislav sabía que no podían perder más tiempo. Ionela estaba en pelig