LA ELEGIDA

El portal vibró como si hubiera recibido un golpe desde el interior. Eryndor dio un paso atrás, alarmado.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Blade, tensando la mandíbula.

Vladislav no respondió. No podía.

Su conexión con Adara lo había atravesado como un relámpago. Ella había estallado en luz, había invocado algo… y luego, de pronto, silencio. Un silencio tan abrupto y total que le arrancó un gruñido desde el centro del pecho.

—Algo la tocó —murmuró, casi sin voz—. Algo… que no debería haber podido.

El portal volvió a agitarse. Esta vez, un borde de luz se desgarró como una tela vieja y destensada.

Eryndor frunció el ceño y dio un paso al frente, extendiendo ambas manos hacia el umbral.

—Esto no es normal. Ella liberó demasiada energía. La entidad que atacó a Ionela era antigua, Vlad. Cuando Adara la repelió, rompió el equilibrio entre este lado y el suyo.

—¿Puedes abrirlo? —preguntó Vladislav con un gruñido, ya casi sin controlar su forma—. No… para ver. Para entrar.

—No es tan simple
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