Vladislav le sostuvo la mirada, sabiendo que mentirle sería inútil. Aun así, lo hizo.
—Escuché algo entre los árboles. Fui a comprobar que no hubiera peligro.
Adara no respondió de inmediato. Lo observó, como si intentara leer lo que había detrás de su expresión. Algo en ella —su instinto, su esencia— sabía que había más de lo que él decía. Pero decidió callar.
—Ten cuidado —murmuró finalmente—. Sospecho que este bosque… no es como los demás.
Él asintió, intentando no fijarse en cómo su voz lo estremecía incluso en ese instante.
—Estoy curtido, recuerda lo que soy, y lo que siempre he sido —le dijo sosteniéndole la mirada.
Eryndor apareció a un lado, con su habitual calma reflexiva, aunque en sus ojos centelleaba una preocupación sutil.
—Has traído contigo algo más que silencio —dijo, casi en un susurro.
Vladislav lo miró, tensándose.
—¿A qué te refieres?
—Tu energía cambió. Tu lobo… está alterado —respondió el elfo, sin apartar la mirada de él—. El bosque lo percibe.
—No ha pasado na