La noche se cernía sobre Bruselas, oscura y fría. El aire fresco que se colaba por la ventana acariciaba la piel de Vladislav mientras se acercaba al edificio donde Adara vivía. A lo lejos, el brillo de las luces de la ciudad reflejaba la ansiedad que llevaba dentro. En su pecho, una presión creciente lo torturaba, como si algo lo empujara hacia allí, como si el destino le estuviera exigiendo que llegara cuanto antes.
No solo fue el aviso de Blade, había sentido la llamada de algo más profundo, más fuerte, la urgencia de algo inminente, algo que no podía ignorar. A medida que se acercaba a su destino, sus ojos se estrecharon, y un zumbido en sus oídos le advirtió de la presencia de algo oscuro. Varkar, su lobo interior, no dejaba de insistirle, casi gritando en su mente:
«Corre, Vladislav. Ella está en peligro. Debes ir, debes protegerla. No lo entiendes, pero ella es la clave»
Vladislav apretó los dientes y apretó el paso. A pesar de su lucha interna, algo dentro de él lo hacía sentir