El silencio que quedó tras la partida de Adara fue más devastador que el último estallido de magia. No era un silencio natural; se sentía denso, aplastante, como si la casa entera contuviera la respiración… esperando el próximo golpe.
Blade fue el primero en moverse, ajustando a Ionela entre sus brazos.
—Tenemos que ir tras ella.
Eryndor levantó la mano con brusquedad.
—¡No! No deben acercarse. Su aura está inestable… si alguien intenta intervenir ahora, incluso ella podría explotar por dentro.
—¿Explorar? —Blade arqueó la voz, indignado—. ¡¿Qué diablos significa eso?!
Eryndor se apoyó contra la pared rota, con la sangre deslizándose por la comisura de su boca.
—Significa que la bruja la tomó desde adentro… y la está estirando como una cuerda demasiado tensa. Si alguien le habla, la toca o intenta calmarla… la cuerda se rompe. Y Adara se rompe con ella.
La frase cayó como plomo fundido sobre todos.
Vladislav permanecía inmóvil, mirando la puerta por donde Adara había desaparecido. Su