Los días pasaban y yo sentía que me ahogaba en mi propia impotencia. Giorgio seguía negándose a darme la información que tanto necesitaba. Cada vez que le preguntaba por las próximas subastas, su respuesta era siempre la misma: un "no" rotundo, firme, haciéndome sentir tan impotente.
—Es demasiado peligroso, y tu no conoces a esas personas, asi que deja de ser tan terca—me regaño. —No quiero que te involucres más.
—por favor, tu me dijiste que me ayudarías— le recordé.
—Confía en mí, ya me encargare yo— Pero ¿cómo podía confiar? ¿Cómo podía quedarme de brazos cruzados cuando sabía que cada segundo que pasaba era una oportunidad perdida para salvar a alguien más, para detener el horror que se escondía en las sombras?
—Giorgio, ellos saben lo que hacen, si tu me das la información, ellos se encargaran— le dije.
Giorgio sonrió, agarro mi mandíbula y me acerco a él, su lengua paso por mis labios, haciendo que todo mi cuerpo sintiera un cosquilleo.
—no les conozco, no puedo confiar en ello