Killian
La habitación estaba en silencio absoluto, pero en mi cabeza, el ruido de las decisiones chocaba sin cesar. No me costaba reconocer lo inevitable cuando la situación era tan clara: Ariana había caído en la trampa. Había recibido la oferta que todos temíamos, esa que había estado rondando nuestras sombras desde el principio. La facción rival había dado el siguiente paso, y era mi culpa que estuviera ahora entre la espada y la pared.
No la culpaba. No podía. Sabía lo que estaba pasando. Sabía lo que había sentido cuando me vio con Eliza, cómo esa rabia y esa frustración la habían empujado a buscar una salida rápida. No me importaba que la ira me nublara la mente. Lo que me importaba era que Ariana estuviera a salvo, que Leah estuviera a salvo. Lo que me importaba, incluso si no era suficiente, era que ella no tuviera que cargar con el peso de lo que podría ser mi final.
El teléfono vibró nuevamente, y aunque ya conocía el contenido del mensaje, no pude evitar revisar la pantalla