Por más que Valentina le pidió que no entrara, Javier hizo caso omiso y con una sonrisa de victoria la tomó de la mano.
—Ven tú también, entra conmigo.
Ella casi al borde del llanto se dejó arrastrar por él.
—Bienvenido, señor Montalván. Espero que mi secretaria no le haya faltado el respeto—. Dijo el jefe de Valentina, poniéndose de pie y extendiendo la mano hacia Javier.
—Su secretaria es muy amable, presidente. Además, es demasiado hermosa.
—De eso no cabe duda. Créame que si yo estuviera soltero ya le hubiese propuesto matrimonio.
—Eso no hubiera sido posible, señor.
—¿Por qué no? ¿Acaso no soy atractivo?
Preguntó el hombre, en son de broma.
—No sé si lo sea, yo como hombre no se lo puedo decir. Lo único que sé, es que, para esta mujer solo yo soy guapo, hermoso e inteligente. Además de apasionado en la cama.
Todos en la mesa se voltearon a ver y comenzaron a murmurar en contra de Valentina que desde hace rato está en silencio.
—¿Qué sucede? no he dicho nada malo para que se rían