Javier no asimilaba la noticia. ¿Cómo podrían haber desaparecido de su casa los trillizos?
—¿Qué sucede? ¿Por qué no me dejas hablar con mis hijos?— Cuestionó Valentina al ver que la llamada terminó.
—Yo… iré a casa un momento. Tú quédate aquí.
—No. Ya tengo el alta, iré contigo para llevarme a los niños porque esta tarde saldremos de la ciudad. Tengo un mal presentimiento, temo que les pase algo si están expuestos al mal que rodea a su padre—. Acusó.
—No podrán salir.
—Tú no me dirás que hacer con mis hijos porque has sido un padre ausente y no tienes ningún derecho a opinar. Así que, si me los llevo no es tu problema.
—Los niños— Tragó saliva —Los niños han desaparecido de casa.
—¡Cómo!— ella está alterada —Javier, me pediste que me mudara a tu casa porque allí estaríamos seguros. No me vengas con el cuento de que ellos no están.
Javier pasa las manos por el cabello. Está frustrado, piensa que ni siquiera para ser un buen padre sirve y sus hijos están pagando su inmadurez.
—¡Di