Cap. 141. Te dejo vivir… para que recuerdes.
Al oír la voz débil, apagada y rota de su madre, se dio cuenta de que no era la misma que recordaba.
Se quedó en silencio unos segundos, tamborileando con los dedos en su muslo derecho, dudando si debía hablar o colgar. Finalmente, respiró hondo.
—L-Lucia… soy Maite —balbuceó, casi en un susurro.
Del otro lado, un sollozo ahogado interrumpió el silencio.
—Maite… hija… pensé que nunca más volvería a escucharte…
Ella cerró los ojos con fuerza y su corazón se endureció en un segundo.
—No te alegres demasiado —respondió con frialdad cortante—. No te llamo para reconciliarnos. Te llamo para decirte algo que te va a doler… y probablemente te hará detestarme aún más.
—Hija, nada me haría despreciarte. Créeme… cometí muchos errores. No culpo a tu hermana, me culpo a mí misma. Fui débil. Permití que me manipulara desde que era una niña… y le di todo el poder para aprovecharse de todos nosotros…
—¡Basta! —interrumpió Maite con un grito ahogado, clavando las uñas en su pierna—. No te llamé para