Cap. 120. No se toca a la futura señora Kouros.
Narrador omnisciente.
Con la mano firmemente posada en la cintura de Maite, Alexandros empujó la pesada puerta de roble que conducía a la sala alterna del salón de fiestas.
A diferencia del bullicio elegante del evento, allí reinaba una tensión cortante. La luz era tenue, y los rostros serios y curtidos por los años de los presentes daban la impresión de estar en una sala de juicio más que en una reunión.
Maite se tensó al instante. Todos los hombres en esa sala pasaban los cincuenta, sus trajes oscuros, e impecables, contrastaban con la frialdad de sus expresiones, y sus miradas caían sobre ella como si fuera un virus en un cuerpo sano.
Uno de ellos, de cabello grisáceo y ojos como cuchillas, se puso de pie sin disimular su desagrado.
—¿Qué significa esto, Alexandros? —rugió grave—. Esa mujer no tiene nada que hacer aquí. Sáquenla.
Dos hombres trajeados se movieron de inmediato, avanzando hacia Maite como si fueran a escoltarla fuera a la fuerza.
—¡Ni lo intenten! —La voz de Alexand