Cap. 121. Gemela loca.
Narrador omnisciente.
De vuelta al salón, Alexandros estaba que echaba humo. Su mandíbula apretada y su mirada dura delataban su furia.
A su lado, Maite sentía que su estómago estaba encogido, y que las piernas le temblaban. No podía dejar de pensar en esa amenaza…
—¿Puedo ir al baño antes de irnos? —preguntó en voz baja, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
Alexandros asintió con un gesto seco, pero alzó una mano y ordenó que varios escoltas la acompañaran.
Maite tragó saliva. Se sentía prisionera en su propia piel, pero se repetía que era por su seguridad… solo por eso.
Una vez dentro del baño, se volvió hacia ellos. —Por favor… esperen afuera. Necesito un momento a solas.
Los hombres obedecieron, cerrando la puerta tras ella.
Se acercó al lavabo y abrió la llave con fuerza. Se mojó el rostro una, dos, tres veces, sin importarle que el maquillaje carísimo se deshiciera entre sus dedos. Necesitaba respirar. Necesitaba no sentirse tan expuesta.
—Vivir estos sustos no es para mí…