POV Alexandros.Me giré por impulso, y ahí estaba Helena, bajando lentamente por la escalera de cristal templado con su elegancia altanera y retorcida. Sentí cómo se me subía la bilis a la garganta. Ni el ruido de sus tacones amortiguó el desagrado que me provocaba verla.Clavé los ojos en Ariadna, incrédulo. Su sonrisa se desdibujó de golpe, dejando ver una expresión de preocupación.—Hermano… yo… ella no quiso escucharme —se apresuró a decir mi hermana. Busqué a Maite con la mirada. Estaba rígida, como si la hubieran clavado al suelo. Sin embargo, lo primero que hizo fue aferrarse a las manos de los niños, protegiéndolos instintivamente. Luego, me fulminó con una mirada tan dura que dolía.—Helena, sabes perfectamente que no eres mi cuñada —le respondió Ariadna a Helena. Por primera vez, su voz no fue alegre, sino firme y sólida. Respiré hondo. Sabiendo que Helena estaba ahí para provocar que perdiera más a mi mujer.—Ah, claro. Ahora, ¿por qué vino esta mujer, ya no lo soy? —di
Narrador omnisciente:El pequeño Gael abrió los ojos en la penumbra de la habitación desconocida. Por un instante no supo dónde estaba. El techo, las paredes, incluso la suave colcha sobre su camita… nada le resultaba familiar. Su boquita tembló. Por primera vez en su corta vida, no tenía a su mami al lado. Ni siquiera sentía el calorcito de su gemelita Gianna. Estaba solo.—¿Mami…? —susurró con voz quebrada, pero no hubo respuesta.Se incorporó torpemente, restregándose los ojitos mientras un nudo le apretaba la garganta. Llamó a Gianna, luego a su mamá, y finalmente, con voz aún más baja, a su papá. Caminó por el loft con los pies descalzos, murmurando entre sollozos, con lágrimas, resbalándole por las mejillas redonditas. Se sentía un pequeño naufrago en un mar de mármol frío y desconocido. Bajó la escalera de cristal con miedo, agarrándose del barandal con sus manitas temblorosas. Miraba sus pies con cada paso como si el suelo pudiera tragárselo.Y entonces, en medio de su distrac
POV Maite.Vi a Alexandros con Gael en brazos y fruncí el ceño, confundida. ¿Qué hacía mi hijo en la sala de estar? ¿Por qué lo sostenía así, tan tenso, como si lo estuviera protegiendo de algo? Aún con los teteros y el plato de frutas que la señora Celine, la madre de Alexandros, había preparado para los niños, me mantuve alerta. Algo no iba bien.—Si a mis hijos les pasa algo, aunque sea lo más mínimo… responderás con tu vida —lo escuché advertir con voz baja, y dura como piedra.Helena rompió en carcajadas, ruidosas y vacías.—¿Me amenazas por un bastardo? Alexandros Kouros, tú dijiste que nunca tendrías hijos… ¡y mírate ahora! Das asco con esa manera ridícula en la que te comportas.Vi cómo Alexandros, con la mandíbula apretada, le tomó el cuello con furia. Apenas un segundo, pero fue suficiente para que me helara la sangre. La soltó de inmediato, sí, pero el aire cambió. Pesado. Cortante.Yo aún trataba de entender de qué iba aquella discusión hasta que Gael giró su carita. Tenía
POV. MAITELas luces del camerino me cegaban mientras el equipo de maquillaje trabajaba con precisión sobre mi rostro. En ese espejo gigante veía a la mujer que había soñado ser toda mi vida. Estaba a punto de interpretar el papel más importante de mi carrera, el que me llevaría a la cima, al estrellato en Hollywood. Pero en ese momento, mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.Un golpe suave en la puerta me hizo girar la cabeza. Una empleada, con una expresión tímida, se asomó.—Señorita Maite, esto es para usted.Con el ceño fruncido, tomé el sobre que me entregaba. Apenas cerró la puerta, lo abrí con curiosidad. Un pendrive cayó sobre mi mano.«¿Qué demonios será esto?», pensé. Sin darle demasiadas vueltas, conecté el dispositivo a mi laptop y lo abrí. Dentro había una sola carpeta con mi nombre. Mi corazón comenzó a latir más rápido.Un video. Al darle clic, la pantalla se llenó de imágenes explícitas. Me quedé sin aliento.—¡Dios mío! ¿Qué es esto? —jadeé, llevándome una ma
POV. MAITE.Ella, en lugar de enojarse, estalló en una carcajada, como si mi furia le divirtiera más de lo que le molestaba.—Ay, hermanita, no seas tan dramática. —Se quitó las gafas de sol y me miró con esa sonrisa cínica que siempre lograba desquiciarme—. Lo que quiero de ti es una tontería.—¿Qué tontería? —pregunté, aún más furiosa.—Solo necesito una noche —dijo, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí.—¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad.Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta.—¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real.—No voy a hacerlo, Marina. Búscate a otra persona para tus locuras.—No hay nadie más que pueda hacerlo como tú. Recuérdalo embrión no deseado, solo tú puedes fingir ser yo —respondió
POV. Aris.El coche avanzaba por las intrincadas calles, pero mi mente estaba atrapada en un torbellino de dudas, planes y recuerdos amargos.Había llegado a Italia con un solo objetivo: destruir a ese hombre ruin que vendió a mi padre como si fuera una mercancía. En mis manos, los documentos que el investigador que contraté me había entregado parecían pesar más que el plomo. No los leía; no era necesario. Ya conocía cada palabra, cada detalle. Vittorio, el hombre al que aborrezco con cada fibra de mi ser, era un estratega despiadado. Protegía sus bienes con la precisión de un ajedrecista paranoico, cerrando cada brecha antes de que alguien pudiera siquiera vislumbrarla.Era el dios del engaño, un maestro de las apariencias, y su naturaleza desconfiada lo hacía casi intocable.¿Era justo usar a una chica para mi venganza? La pregunta me carcomía, pero el odio que sentía por Vittorio sofocaba cualquier remordimiento. Al fin y al cabo, ¿no era ella parte del sistema corrupto que él ha
POV. Aris.Nunca tuve la menor intención de conocer a Marina a fondo. Ella no era más que una pieza en mi tablero, un instrumento para alcanzar mis fines. Utilizarla y desecharla era el plan desde el principio. Sin embargo, con su cuerpo temblando entre mis brazos, había algo distinto en ella. Algo que no lograba descifrar.Era Marina, ¿quién más podría ser? Pero esa mirada… había algo en sus ojos que me hacía fruncir el ceño. No entendía qué, pero esa sensación me molestaba, me desafiaba. Entonces, de repente, ella tomó la iniciativa. Nerviosa, pero decidida, unió sus labios con los míos.Acepté su beso sin resistencia, recordándome que esto era solo parte de mi papel como el prometido perfecto, ese hombre amoroso que ella creía que era. Pero mientras sus labios acariciaban los míos, algo no encajaba. El sabor, la textura, incluso su manera de besar… no eran las mismas. Más allá de la confusión, me sorprendí disfrutándolo, mucho más de lo que quería admitir. Pero la inquietud persi
POV: Maite.Mis ojos se abrieron de par en par, mi mente entró en shock. Marina estaba tergiversando todo.—¡¿Qué estás diciendo?! —intenté defenderme—. Marina, ¡eso es mentira!Pero ella, con un gesto calculado de molestia, sacó su teléfono y lo mostró a mi madre.—Mira, mamá. Aris me dijo que tuvo que dejarme sola en la cama porque tenía una reunión, ¡y resulta que la aprovechada que estaba en su cama no era yo, sino Maite! La mirada de mi madre fue como una daga atravesando mi pecho.—¡Eso no es cierto! Marina, estás loca, tú misma me pediste que te sustituyera…Antes de que pudiera terminar, el impacto de otra bofetada me silenció, pero esa no era de Marina, sino de mi madre, ese golpe no solo encendió un ardor abrasador en mi mejilla, sino que también trajo consigo una vergüenza que me llenó el paladar. —¡Eres una desvergonzada! ¿Cómo pudiste hacerle eso a tu hermana?Mis labios saborearon la sangre y, por un momento, el ruido se convirtió en un zumbido ensordecedor. —¡¿Por qu