52.Grieta y luces

Capítulo cincuenta y dos. Grieta y luces.

El día después del juicio, el mundo amaneció distinto, aunque desde el penthouse de Kyan Byron apenas se percibiera el cambio. La ciudad rugía a lo lejos, como si nada hubiese ocurrido, como si el nombre de Eleanor Byron no hubiera resonado en cada canal de noticias la noche anterior, ni los titulares de los diarios hubieran estampado en tinta negra las palabras “Manipulación”, “Verdad” y “Silencio Roto”.

Pero adentro, el silencio era otro. No el de antes, no el que dolía como una grieta que no cicatriza. Era un silencio denso, cargado, necesario. Como si los muros también necesitaran respirar.

Kyan se levantó tarde. Nicole ya estaba en la cocina, preparando café, con Millie aún en pijama, dibujando en una hoja de papel. Cuando lo vio aparecer, la niña dejó los crayones y corrió hacia él.

—¡Papá! —gritó con alegría, rodeándole las piernas con sus bracitos—. Ganaste, ¿verdad?

Kyan se agachó y la abrazó fuerte, tan fuerte que a Nicole le dolió v
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