Aquella noche, Metis sigilosamente salió de la cabaña. Durante días, había planeado ir a buscar a su padre, anhelaba saber la verdad. Sin levantar sospechas se deslizó entre las sombras de los árboles donde descansaban los Orcos. Al llegar, con extrema cautela, llamó a Boox en un susurro apenas audible.
— Boox, Es el momento de irnos. —murmuró con urgencia.
— Es hora de que Metis... —Una vocecita ronca, emergía de las sombras.
Metis se sobresaltó y se volteó rápidamente con el corazón, latiéndole con fuerza. Descubrió a Ajax y Psique parada frente a ella. Con nerviosismo, los instó a regresar.
— Ajax, me asustaste. Vuelvan a la cabaña. No le digan a mamá que me viste por favor, guárdame el secreto.
— ¿Hacia dónde te diriges con eso, hermanito? —inquirió Psique mientras observaba el bolso que Metis llevaba consigo.
— Voy a contárselos, pero prométanme que no le dirán a mamá —pidió Metis con seriedad, recibiendo como respuestas que sus hermanitos afirmaran con la cabeza.
— Descubrí que