Capítulo ochenta y dos 82

Uno de los hombres llamado Esteban, se lanzó con un tronco largo, y llego a pocos centímetros de Eris.

—¡Ven, te ayudaré a salir!

—¡Saca al orco primero! —Ella balbuceo con la voz quebrada. Con un último esfuerzo, empujó al orco hacia él. El pequeño gruñó cuando Esteban lo atrapó, pero ya estaban a salvo. El hombre, tambaleándose sobre un tronco inestable, logró alcanzar la orilla y entregó al pequeño a sus padres, quienes llorando lo abrazaron llenos de emoción.

Pero entonces la cuerda que sostenía a Eris se rompió. El lodo la engulló como una bestia hambrienta, arrastrándola hacia el río embravecido. Las piedras le golpearon el costado. Creyó que moriría. Todo se volvió negro.

Esteban, tras asegurar al pequeño, escuchó los gritos de los presentes:

—¡La cuerda se rompió! ¡La tierra se la está tragando!

Sin pensarlo, corrió hacia la corriente y trepó un árbol doblado por la tormenta, cuyas ramas colgaban peligrosamente cerca del lodo. Se aferró a una de ellas, rezando para que no cedi
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