Cinco años después...
—Boox, por favor, bájame. —Una voz alegre le pidió a uno de los orcos, su leal amigo. Metis había nacido frágil y enfermiza; desde bebé, lidiaba con fiebres constantes y dificultades para coordinar sus movimientos. A sus escasos 5 años, ella apenas estaba caminando, y Boox se había convertido en su pilar y apoyo para movilizarse en largas distancias.
Con cuidado, Boox lo descendió de su robusto lomo y lo acomodó con suavidad sobre una piedra, desde donde observaba a sus dos hermanos entregados jugando.
—Ven, mi pequeña cachorrita, permíteme ayudarte a sumergirte en el agua —ofreció Freya con cariño.
—Mamá, ¿dónde está nuestro padre? ¿No crees que Ajax, Psique y yo merecemos saber más sobre él y porque no está con nosotros?
Freya contuvo un suspiro y tragó saliva al recordar la difícil situación con Metis. Cuando los cachorros nacieron, notó que Metis lloraba mucho y experimentaba problemas de movimiento. A pesar de sus intentos de ayudarla a ejercitarse, la bebé