Capítulo 48.

El zumbido de la televisión aún resonaba en mi cabeza cuando apagué la pantalla. Las imágenes del coche destrozado de Lola seguían proyectándose en mi mente como un eco del futuro. Su rostro desfigurado, su cuerpo inconsciente en una camilla… era como si la estuviera viendo en mi lugar.

La odiaba, sí. La había odiado por sus traiciones, por su papel en mis desgracias. Pero en ese instante, al mirarla al borde de la muerte, entendí que lo que le habían hecho podía repetirse conmigo. Y la idea me heló la sangre.

Respiré hondo y me levanté. Mis pasos me llevaron al santuario como si algo me empujara desde adentro. Necesitaba respuestas, necesitaba sentir que no estaba completamente ciega en medio de ese laberinto.

Cuando abrí la puerta metálica, encontré a Camil inclinada sobre los monitores, con el rostro iluminado por el resplandor azul de las pantallas. Sus dedos volaban sobre el teclado, el ruido de las teclas era lo único que llenaba el aire.

—Camil… —mi voz salió más débil de lo qu
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